Obesidad, compromiso con tu salud

Obesidad compromiso con la salud

Obesidad, compromiso con tu salud

La obesidad es un grave problema de salud que se padece a nivel mundial, tiene una alta prevalencia y graves repercusiones en la salud. Además, influye fuertemente en la calidad de vida de las personas. El aumento de casos en la población ha sido exponencial, elevándose el porcentaje de personas con sobrepeso y obesidad durante el último tiempo, especialmente en mujeres y desde la adolescencia.

 

Existen factores de riesgo ambiental (sedentarismo y/o dieta inadecuada) y factores socioeconómicos, culturales y psicológicos, por lo que, es una condición multifactorial donde debemos tratar a la persona desde un enfoque biopsicosocial.  Lamentablemente, muchas veces los tratamientos ofrecidos no abordan de manera integral esta condición, lo que deriva en resultados inconsistentes.

Estadísticas

POBLACION CON OBESIDAD

La obesidad presenta estadísticas alarmantes:

  • Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), anualmente cobra la vida de más de 2,8 millones de personas en el mundo.
  •  Según el ranking de OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) Chile es el segundo país con mas casos de sobrepeso y obesidad con 74,2%, lo antecede Mexico con el 75,2% y en tercer lugar Estados Unidos con el 71%.
  • En Chile el sobrepeso y la Obesidad afecta a más de 10 millones de personas, donde 500.000 personas son obesas mórbidas y 200.000 niños tienen obesidad severa.
  • Durante la pandemia el 51% de los chilenos afirmo haber subido de peso, en promedio 7,5 kilos. Y bajando sus niveles de actividad física en un 33%, superando el promedio mundial de un 23%.
  •  1 de cada 3 personas chilenas tienen Obesidad.

Consecuencias más allá del peso

obesidad y consecuencias

Las consecuencias de la obesidad se observan en el aumento de la mortalidad, aumento de enfermedades crónicas, tales como enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, algunos tipos de cáncer y enfermedades músculo esqueléticas.

También afecta el bienestar y la calidad de vida, ya que se presenta dolor corporal y deterioro del funcionamiento físico, por ejemplo. Algunas personas tienen constante dolor de rodillas o de espalda debido a su obesidad, a otras se les dificulta realizar acciones cotidianas como jugar con sus hijos.

No menos importantes son los efectos psicosociales, ya que se suele estigmatizar a las personas que padecen obesidad, generando un aumento de depresión, angustia y ansiedad, reflejado en la disminución de su autoestima, del concepto de autoimagen y sobre todo en la valoración de su calidad de vida.

Yo lo he vivido de cerca

obesidad

Te preguntarás porque te cuento todo esto…  simplemente es para contextualizar y contarte sobre mi experiencia frente a la obesidad.  Es posible que esta historia la hayas visto en algún cercano o la hayas vivido (o estés viviendo) al igual que yo.

A lo largo de mi vida he experimentado constantes subidas y bajadas de peso, una lucha interna con mi estado de peso saludable. Durante años no logré entender mucho las razones que bordeaban mi obesidad, hasta que comencé a indagar más a través de mis estudios.

Con la pubertad mi cuerpo empezó a cambiar, no solo crecí varios centímetros, sino que mis curvas se empezaron a acentuar y me creció el busto. Al igual que a muchas jóvenes de esa edad, me comenzaron a acosar en la calle y como consecuencia empecé a intentar esconder mi cuerpo y me refugiaba en la comida. Ingenuamente pensaba que al subir de peso no me mirarían ni acosarían en la calle, solo quería que dejaran de mirarme de esa forma y de decirme groserías. Sin embargo, al engordar mis curvas se hicieron más evidente y el acoso fue creciendo, llegando incluso a manoseos, donde me sentía culpable pese a no serlo.

Ahora entiendo mis alzas y bajadas de peso, analizando un poco más los sentimientos de esos años. En el minuto -ni durante años- no lo entendí, pero claramente yo engordaba para esconderme, para no tener un cuerpo estéticamente atractivo ni ser objeto de deseo.

Cuando toque fondo con la obesidad fue en el año 2020, en plena pandemia, donde el estrés del encierro, la angustia de no saber qué pasaba, los contagios y muerte alrededor de mi familia se hacían presente. Busqué nuevamente refugio en la comida y recurrí una y otra vez a banquetes de comida chatarra y cerveza.

Claramente estos atraques de comida y alcohol eran un placer instantáneo para mi cerebro, que me ayudaban a endulzar las malas noticias. Imagina que incluso inventaba “días de comida temática” en la semana, como distracción.

Según yo, todo marchaba bien en el encierro de mi casa, ya que además estaba con suspensión laboral por temas de pandemia. Hasta que en diciembre del 2020 me llamaron de mi trabajo para volver presencial y ahí estalló la bomba cuando volví a mirarme.

Comencé a darme cuenta de todo lo que había ocurrido con mi cuerpo en esos meses y del daño que estaba provocando en mi salud. Además, debía volver a mi trabajo, donde debía hablar de ejercicio y salud, pero claramente me encontraba en una situación de incomodidad profesional.

Por supuesto, intente bajar de peso de forma rápida e irresponsablemente: dietas nada inteligentes, automedicándome, matándome por hacer ejercicio y uff… nada daba resultados.

En enero 2021 decidí hacerme un chequeo general y arrojó que estaba con resistencia a la insulina, hipertensión arterial, obesidad tipo 1 con IMC 32. Fue una bofetada que me hizo tomar acción y priorizar mi salud, porque más allá de los kilos, se trataba de enfermedades.

Me decía a mí misma “tengo las herramientas teóricas, conozco los beneficios del ejercicio, sé cómo entrenar, sé que alimentación llevar” pero mi cerebro me estaba saboteando, me pedía comodidad y placer instantáneo, lo que provocaba que no pudiera ser congruente con mis decisiones.

Finalmente tomé acción y opté por un tratamiento médico guiado por una nutrióloga y una endocrinóloga. No fue un camino nada de sencillo, porque la nutrióloga me trataba como obesa crónica y me ofrecía cirugía bariátrica, lo que me daba pavor, yo no quería depender de la cirugía porque sentía que sola podía revertir esto. Por otro lado, la endocrinóloga me trataba desde un lado más comprensivo y me ofreció un tratamiento farmacológico de alto valor económico mensual pero que parecía ser la luz al final del túnel.

Luego de otra pila de exámenes comenzó mi proceso de transformación, empecé el tratamiento para la resistencia a la insulina más el tratamiento inyectable que me ayudaría con la obesidad. Fui una paciente estrella, muy aplicada con mis medicamentos, entrenamiento y alimentación, lo que provocó que en aproximadamente 8 meses perdiera los 20 kilos que había subido. Actualmente me encuentro en la etapa final, luchando con los últimos kilos, pero ya en un IMC normal.

En este periodo aprendí que debía alinear lo que pensaba, con lo que decía y con lo que hacia. Tenía que mantenerme integra con mis decisiones, mantener mi compromiso con la salud y el bienestar que estaba buscando, aprender a dominar mi cerebro, llevar una vida de equilibrio, sin caer en extremos (mucha o poca comida), disfrutar del cuerpo que estaba adquiriendo y sentirme cómoda. Entendí que al trabajar por salud, lo estético venía por añadidura.

Hoy te hablo desde la experiencia de haber vivido la obesidad y de haber tocado fondo con dolor. Comprendo que esta situación es multifactorial, que no solo viene por la comida en exceso, que tal como yo hay muchas personas que sufren por diferentes causas, refugiándose en diversas acciones para aliviar su estrés y ansiedad.

Te quiero decir que si es posible, que es un camino que se ve difícil recorrer, pero que puede llevarte a conseguir cosas maravillosas, tanto en lo físico como en lo emocional. No estás sola en este camino y si te asesoras de la manera correcta, puedes trabajar por recuperar tu salud y tu cuerpo. ¡Es un compromiso que debes adquirir contigo misma!

Priorízate, cuídate y así podrás cuidar a los tuyos.

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